lunes, 9 de octubre de 2017

El secuestro de la bibliotecaria (Reseña)

Margaret Mahy (1936-2012) es una escritora neozelandesa cuyo oficio de bibliotecaria le permitió descubrir la magia del cuento, dedicándose posteriormente a la escritura de textos ficcionales para el público infantil. Su deseo de escribir literatura tomó cada vez más fuerza a través del contacto permanentemente con estantes y libros de la Biblioteca pública de Canterbury. En su escritura se destaca la combinación de acontecimientos cotidianos con situaciones sobrenaturales inusitadas, hecho que le dio un lugar en la historia de la literatura, haciéndola merecedora del premio Hans Christian Andersen, en el año 2006.

 Una de sus obras mejor logradas y mayormente conocida es The librarian and the robbers, y aparecida un par de décadas más tarde en la comunidad hispanoparlante con el nombre de El secuestro de la bibliotecaria. Título que tal vez anticipa más de lo que Mahy hubiera querido sobre la trama narrativa de la obra, pero en Venezuela es hasta el año 2001 que se conocerá a través de Alfaguara Editores en el conocido formato caracterizado por ejemplares verticalmente alargados. Viene ilustrada de la mano de Quentin Blake mediante carboncillos cuyos trazos invitan al lector a que aporte elementos con ayuda de la imaginación. Es así como llega a los lectores venezolanos una tierna y eficiente bibliotecaria llamada Ernestina, protagonista de la novela, para enseñar la importancia que tiene la biblioteca como sitio de acceso a la información y al conocimiento.
La historia inicia con el secuestro de Ernestina por parte de un grupo de bandidos, un día en el que realizaba su paseo habitual por el bosque, pero lo que los malhechores no saben es que acabarán siendo privilegiados del placer que ofrece la lectura de textos literarios. Esta experiencia de lectura oralizada y compartida por parte de la bibliotecaria –a quienes nunca antes les habían leído historias−, supondrá un cambio en la personalidad de estos bandidos, demostrando que la lectura tiene el poder de cambiar a quienes se acercan a esta. Sea cierto o no este planteamiento, para la autora resulta una verdad irrefutable, de manera que el relato presentará una serie de cambios en la vida de los malhechores que divertirá y sorprenderá a sus lectores, mientras que Ernestina revelará los aspectos generales del funcionamiento de una biblioteca, asunto que merece atención porque aunque vivimos en una época caracterizada por el elevado acceso a la Internet, esta no termina de sustituir la existencia de las bibliotecas.  
Un momento que impresiona por el modo en el que lo real se encuentra con lo fantástico ocurre cuando Ernestina, literalmente, introduce a Bienhechor -jefe de los bandidos- en un estante, como si se tratara de un libro. Lo hace para salvarlo de ser capturado por la policía. La bibliotecaria acude a su suspicacia y al conocimiento que tiene de su oficio para recordarle que sin la  tarjeta de préstamos de libros para el hogar, este no podrá llevarse a Bienhechor. EL bandido-jefe, convertido en libro, produce un estado de perplejidad en el lector, y esto supondrá una experiencia de particular disfrute.