domingo, 28 de octubre de 2018

"¡Al diablo la inspiración!: la escritura literaria como habilidad"


Por: Leonardo Bustamante
ljbr111280@gmail.com 


#349 Line of Thought by Picolo-kun
"Line of thought" / by: Picolo-Kun


«La literatura es una fiesta  
y un laboratorio de lo posible»
(Ernst Bloch)

Una convicción heredada de los formalistas según la cual el arte consiste en desautomatizar el signo, produciendo un extrañamiento (ostranenie) en el lector (Shklovsky, 1917), una lectura en clave de refutación de “El malestar en la cultura” (Freud, 1937), otra lectura –más amigable– a un libro de Jorge Volpi ("Leer la mente", 2011) y una entrevista a la escritora venezolana Wafi Salih (Venezuela) amalgamaron la idea de que escribir ficción requiere habilidades de planeación y corrección y no solo de la inspiración, ese instante iluminador que conlleva a un frenesí escritural con el cual se materializará, por obra y gracias de la magia la obra. 
Si lo anterior es cierto o acaso posible, se puede pensar que producir un texto ficcional requiere del autor la operacionalización de un sistema de planeación, escritura, corrección y edición de su obra. En consecuencia, el autor literario sería ante todo un escritor experto que maneja los límites frente al papel, un laboratorista que controla variables durante la composición del texto. Su obra derivaría como producto del método y la técnica y no solo de la inspiración.
No obstante, el problema está en el territorio de las tradiciones. La herencia clásica que concibe al escritor como un transmisor del mensaje divino, la romántica que le otorga dotes particulares de iluminado, la simbolista que fractura la consciencia, abriendo paso a lo onírico y lo irreal para distorsionar el signo (surrealista) y el esnobismo estereotipado del escritor como un personaje desajustado con la vida –el cine ha sido el principal masificador de este estereotipo–, han levantado un muro que aísla en las sociedades contemporáneas y alfabetizadas el derecho de los ciudadanos a crear, convencidos de la valía de su obra.

Pero no solo Hollywood, cuya película más ilustrativa del problema es “Barton Fink” (Coen & Coen, 1991), también el psicoanálisis ha hecho lo suyo al patologizar todo acto creador y calificar al arte de “lenitivo” (Freud, 1937, pág. 14). Empero el poder de la ficción no es solo un anestésico sino una forma de manifestación de verdad (Piglia, 1986, pág. 7). Como portadora de luz y conocimiento, la ficción crea intersubjetividades, abre puertas al auto-conocimiento, revela mundos a partir de complejos sistemas paradojales, alfabetiza y construye ciudadanías elevadamente humanas; es decir, sensibles.


Barton Fink (1991, dirs. Joel & Ethan Coen)
"Barton Fink" Imagen tomada de la red social
Pinterest / usuario: sjmaitland


Por esto la mediación en un taller de producción de ficciones requiere como primera acción ética del promotor el desmontaje de mitologías y estereotipos que amenazan la autoestima de las personas que se acercan a los talleres, deseosas de satisfacer sus necesidades de crear mundos mediante la palabra, creyendo en el valor de lo que producen. Hay que sanear el arte de las concepciones patológicas que signan el proceso creador y eso se logra democratizando la ficción, debilitando los muros construidos en torno al canon literario, ese modelo segregacionista venido del S.XIX (Shaeffer, 2013, pág. 15).
La literatura se ha diseminado progresivamente a través de múltiples signos, para Jean Marie Shaeffer el siglo veinte no es de la literatura, sino de la literaturización de las sociedades a través del cine y la música. Conviene decir además que somos sociedades altamente alfabetizadas; en consecuencia, la literatura ya no es un atributo de los tocados por la musa.
Es así como las sospechas y refutaciones consolidaron nuevas aseveraciones al revisar la experiencia de tres talleres efectuados recientemente: uno dedicado al cuento fantástico (mayo, 2018), minificción (Julio, 2018) y cuento de horror (octubre, 2018). Estas tres manifestaciones del género cuento, estudiadas y practicadas por grupos de aficionados a la escritura permitieron descubrir que como hecho escritural el género se contiene en tipologías textuales concretas, la ficción, aunque poder ilimitado que pulsa para fracturar el signo, está limitada por el lenguaje (Piglia, 1986, pág. 37).
Como consecuencia de lo anterior, los encuentros semanales del taller tomaron forma de laboratorio de disección de organismos estructurados del lenguaje, el instrumental quirúrgico lo ofrecía la teoría literaria, en este caso la del cuento. Identificadas las propiedades constitutivas de cada texto el proyecto de escritura de cada participante no solo dependía de la escritura movilizada por la inspiración, sino de la planeación a partir de estructuras identificadas en anteriores encuentros. A partir de ahí el taller comienza a centrar la atención en la lectura oralizada de los proyectos de composición y el intercambio de opiniones de los participantes.
Para organizar esa etapa tan importante del proceso de escritura llamada “edición”, los autores participantes, haciendo uso de los aportes leídos en los textos teóricos, proponen indicadores de valoración que se incorporan a una rúbrica de evaluación cooperativa. Este instrumento elaborado por los participantes orienta la discusión crítica y la forma de valoración de cada obra en proyecto, permitiendo que el escritor resuelva problemas de la escritura relacionados con el destinatario y la cuestión retórica (cómo decir lo que se escribe). Sobre experiencia de construcción de una rúbrica para evaluar un minicuento puede acceder a: https://comounapalabra.blogspot.com/2018/10/rubrica-para-evaluar-un-minicuento.html.
Es curioso que dos teóricos de la escritura provenientes de áreas tan aparentemente incompatibles como Liliana Tolchinsky (investigadora de los procesos de escritura académica) y Ricardo Piglia (escritor literario y ensayista) coincidan casi totalmente respecto a sus definiciones de la escritura. Piglia manifiesta: “Escribir es sobre todo corregir, no creo que se pueda separar una cosa de otra. De todos modos cuando el texto está terminado hay un trabajo de corrección que es bastante singular” (Piglia, 1986, pág. 36). Para Tolchinsky, los escritores expertos “dedican más tiempo a la planificación y a la revisión” (2014, pág. 20). Esta coincidencia permite que se incorporen aportaciones científicas de la escritura a la producción ficcional, considerando que la literatura, en tanto que indiscutible manifestación artística, comprende una mecánica, un entramado técnico que obliga el uso de habilidades de parte de quien la produce. El acto creador no está entre el cielo y la tierra, sino que transita por zonas neurológicas, lo que supone el uso de operaciones de tipo cognitivo. El escritor e investigador de los procesos de escritura Jorge Volpi (México) ha estrechado las fronteras entre la concepción del acto creador de la ficción en la perspectiva de la ciencia:

"La ficción ha existido desde el mismo instante en que pisó la Tierra el Homo sapiens. Porque los mecanismos cerebrales por medio de los cuales nos acercamos a la realidad son básicamente idénticos a los que empleamos a la hora de crear o apreciar una ficción. Su suma nos ha con vertido en lo que somos: organismos autoconscientes, bucles animados". (2011, pág. 16).

Si los mecanismos de reproducción de la realidad son los mismos que se usan para la re-producción de ficción, es permisible promover escrituras de ficción a través de la revisión de aportes sobre los procesos de escritura de no-ficción, el proceso es básicamente el mismo.

Una última sospecha tiene que ver con la idea de que los escritores guardan celosamente las fórmulas exitosas que lograron en sus laboratorios de creación, el esnobismo que posibilita la imagen del escritor aislado alimenta el hermetismo del proceso. Uno se sorprende de que en medio de tan alta secularización que caracteriza al ser contemporáneo prevalezcan concepciones tan antiquísimas como la helénica que define al poeta (para los griegos el escritor está contenido en el poeta [aedo]) como un daimon –mitad humano, mitad divino–. Quizá por esta razón, numerosas experiencias de promoción de textos creativos se conforman con la emulación de los productos de otros autores; es decir, la re-creación o re-escritora que enfatiza poco en operaciones tan importantes como la planeación y la corrección del texto.


En el Taller de cuento fantástico. Librería "Sin Límite", mayo 2018


Referencias

Coen, E., & Coen, J. (Dirección). (1991). "Barton Fink" [Película].
Freud, S. (1937). "El malestar en la cultura". Biblioteca libre Omegalfa.
Piglia, R. (1986). "Crítica y ficción". Buenos Aires: Lectulandia.
Shaeffer, J.-M. (2013). "Pequeña ecología de los estudios literarios: ¿por qué y cómo estudiar la literatura?". Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
Shklovsky, V. (1917). "El arte como artificio".
Tolchinsky, L. (2014). (Comp.) "Cuadernos de docencia universitaria". Barcelona: Octaedro.
Volpi, J. (2011). "Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción". México: Alfaguara.



jueves, 18 de octubre de 2018

"Leer en voz alta", palabras en homenaje a un encuentro entre lectores



Al ingresar, debí dejar mi teléfono en la "garita", quedándome, literalmente, huérfano de comunicación; en el segundo control debí abrir el bolso (repleto de libros) para que el custodio pudiera cumplir con su tarea. Al observar que traía una decena de libros, y al oír que mi presencia se debía a motivar actividades de lectura en el recinto el respeto y la distancia tomaron forma de esa cálida amabilidad que nos caracteriza como venezolanos.



"-Queremos realizar un festival donde los estudiantes realicen lecturas"

No había terminado de oír la intención por la que el grupo de docentes del Liceo "José Antonio Abreu" me había invitado y pronto me vi conteniendo la emoción que me produce esta posibilidad elevadamente humanizadora de leer en voz alta, construyendo significados a partir de la escucha activa y del intercambio. 

Esta institución, adscrita al MPPE se dedica a prestar servicio pedagógico en el Retén de menores de la ciudad de San Cristóbal. Los jóvenes que se encuentran bajo régimen penitenciario tienen, gracias a la dedicación de esta comunidad de profesores, la posibilidad de continuar sus estudios de bachillerato. Entrar y ver los chamos es volver a los principios primigenios sobre el valor profundo de lo que significa educar. 

Tal vez la frase inmortalizada del escritor Victor Hugo resuma la tarea pedagógica de esta comunidad de docentes: "Abrid escuelas para cerrar prisiones".

Atravieso un pasillo y escucho desde un salón la práctica de los muchachos que ahora se encuentran en clase de música. Ingreso a la sala de reunión, ubico una silla que me servirá de mesa, extraigo los libros de la mochila y los desparramo con disimulo, como quien no trae cartas bajo la manga (Confieso que de tener guantes blancos me creería un genuino mago que extrae sueños, palabras que nos rehacen, al abrir un libro y oralizar su contenido). 

He traído poemarios, compilaciones de minirelatos, cuentos para niños, ensayos sobre Andrés Bello, Cajas de cedés con cuadernillos, cómics, un manual de instrucciones sobre el uso de una plancha, obras teatrales; por sobre todo me interesa la reacción inicial, el acercamiento que cada uno va haciendo, el camino que cada asistente realiza desde su silla hasta el cúmulo de textos, el modo del contacto, en fin, esa magia que irradia el lector cuando está frente al texto.

"-Me gustaría que cada uno eligiera un libro de su interés"

Y casi sin darnos cuenta ya estamos en un conversatorio sobre una actividad íntima: por qué elegí el libro, qué me sugiere el título, cuándo, dónde y con quién lo leería, a quién compartiría mi experiencia de leerlo... 

"-Yo también elegí dos libros para compartir con ustedes", digo, y hago su presentación.

"El primero es un cuento titulado "Perdí mi sonrisa", propiedad de mi hija (esto último lo digo enfáticamente, porque la promoción lectora comienza por casa). El segundo es una antología de poemas de Ramón" Palomares que tiene uno de mis poemas predilectos llamado "El patiecito":

¿Cuál de los dos les gustaría conocer?

Portada de libro
Se abre la votación, abierta, argumentada; llega un punto en el que uno inventa cualquier excusa con tal de que practiquemos el derecho humano de elegir, de optar: la lectura en grupo no puede escapar de este gesto democratizador, la lectura no puede imponerse: leer no soporta un imperativo.

El cuento de mi hija, acompañado de ilustraciones trazadas al estilo del creyón de cera y extendidos hacia todos los extremos de la página comienza a ocupar el primer lugar. ¿Se habrán dado cuenta los profesores que un adulto retorna al niño cuando entra en contacto con un libro infantil? Ni siquiera yo lo había previsto, por lo que caí en la dulce trampa de ver cuán frágil resulta la vida de una pequeña,  sensiblemente afectada porque en efecto ha perdido su sonrisa.



A partir de allí las dos horas se redujeron al instante, analizando los "diez derechos del lector" de Daniel Pennac, destacando especialmente el nono (nueve): "El derecho a leer en voz alta", y aportando ideas para la creación del próximo festival. Pero había que atender al tiempo que ya indicaba que era el momento finalizar el encuentro:


"-Nos gustaría, para terminar, que nos leyera algo del otro libro, el del poeta Palomares"

Abro el libro en el que previamente había marcado la página donde se encontraba el poema. Tomo aire, me introduzco en el personaje que hará creíble ese histórico conflicto en el que el padre se posiciona sobre el hijo que ha elegido otro camino, otra ruta; un problema que nos encara con la importancia de la formación de la autonomía en los jóvenes, y la responsabilidad de orientarles en el diseño de su proyecto de vida:


"El patiecito

Me dijo mi padre el Dr. Ángel 
—Qué haces Rómulo?

—Estoy desyerbando el patiecito
voy a sembrar

Pero…
¿Adonde está lo que te di Rómulo?
De qué estás viviendo?

—Bueno soy escribiente padre
Escribiente.

—Entonces

No fuiste lo que yo soñé

—Ay padre

lo que soñaste se lo llevaron las aguas

Ahora sólo hay malezas malezas ¿ves?

Estoy limpiando el patiecito".


Al caer la tarde, de vuelta a casa, un curioso descubrimiento me sorprende: los profesores no se han identificado tanto con el padre, sino con el hijo, como si la libertad fuera un valor superior a la justicia


Por: Leonardo Bustamante
ljbr111280@gmail.com

@lejebus


domingo, 14 de octubre de 2018

"La persistencia de lo ancestral": Entrevista a Diana Ferrer



Diana Ferrer (Rubio, Venezuela, 1991). Es artista plástico y fotógrafa. Lcda. En Geografía e historia (UPEL, 2014). Magister en “Orientación en la conducta” (CIPPSV, 2018). Egresada de la Escuela de artes plásticas "Valentín Hernández Useche" (2018). Diplomado en Arte rupestre (UNEFEM, 2017).

La presente entrevista se realizó en el marco de la exposición "Visiones ancestrales" en la Galería de la Fundación cultural Bordes (Táchira, Venezuela). Se trata de una entrevista que concentra todo en el rigor en la pregunta enfática y de amplitud que otorga a la entrevistada la suficiente libertad para re-crear su respuesta. Cuando Heidegger afirmó que en el artista habita la totalidad del ser humano indicó el derrotero: es el artista quien debe hablar.

Por: Leonardo Bustamante
         ljbr111280@gmail.com
         Twitter: @lejebus

L.B. Una obra cobra mayor significación cuando conocemos a su creador. ¿Quién es Diana Ferrer y cuáles son las anécdotas de su infancia y juventud que indicaron que el camino era el de la dedicación al arte?
D.F. Soy una mujer venezolana, nací en un pueblo del Táchira llamado Rubio. Suramericana. Crecí con mis padres, personas profundamente sensibles a la naturaleza. Viví en una finca y mis días de infancia tomaron forma entre las plantas y los animales, lo cual despertó en mí la sencillez ante la vida y un alto grado de inocencia que desencadenó en conexión creativa y artística. Desde mis cinco años mamá decidió guardar mis dibujos. Luego crecí, llegué a los ocho años empecé con inquietudes respecto a la sociedad, a la vida. Era muy destacada a nivel académico así que se abrieron varios caminos y afectos de mis profesores y compañeros. Llegué al liceo e indagué sobre el arte. Practicaba con dibujos comerciales y figuras antropomorfas para así desconectarme de lo cotidiano y poder ir más hacia lo creativo. Vale acotar que en ese momento desconocía totalmente la academia, la estética, entre otros aspectos. Seguí leyendo, buscando un más allá. Cumplí quince años y por razones de mudanza debí iniciar mi vida lejos de mis padres. Partí con su bendición y una maleta llena de metas por lograr. Como lo planeé, logré graduarme a los 17 años de bachiller en ciencias en el Liceo “Pedro María Morantes” en San Cristóbal. En unos meses la OPSU me asignó directamente en la UPEL del Municipio Rubio. Allí continué mi formación académica y me convertí en preparadora de mi facultad, específicamente en “Historia de las civilizaciones”. Indagué y preparé diferentes recursos pedagógicos y académicos sobre los pueblos antiguos y su arte. Entonces pude comprender con
mayor conciencia la evolución, la esencia del ser humano: vi cómo el arte es siempre un canal de comunicación y herencia. Esos años fueron de crecimiento personal y académico. Pasaron cuatro años y medio llenos de matices, alegrías, experiencias, viajes y afectos. En ese lapso inicié el estudio formal del arte. Esto lo hice en La Casa de la Cultura de Rubio y si de anécdotas se trata hablaré de una profesora que allí me dijo que no servía para el arte. Pasé días con esto en mi cabeza y luego recordé que en primaria había creado una obra muy particular y me causó revuelo en mi esencia. Así que ese recuerdo fue mayor que las palabras de aquella profesora. Comprendí que debía insistir en mi meta, seguí adelante y llegué a los cursos libres que ofrecía la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas “Valentín Hernández Useche”, conocí a la profesora Rosaura, Maybe Hernández; los artistas Héctor Baptista, Ricardo Vivas, Freddy Castro de la Galería Dalí, Humberto que es un ceramista y todos ellos fueron excelentes guías de mi camino en ese inicio, para después darle paso al profesor Henry, Walter y Rafael Sánchez; de todos ellos fui aprendiendo lo que ofrecían según sus capacidades, y hoy les agradezco haber estado allí en mi camino. Durante ese lapso de tiempo culminé mi carrera en la UPEL. Me gradué como profesora con especialidad de Geografía e historia en mayo del 2014. Continué mi camino, ingresé a la formación ya vocacional de Arte Puro en la escuela anteriormente mencionada, y a la par decidí iniciar una Maestría en el Centro de Investigaciones Siquiatricas, Sicológicas y Sexológicas de Venezuela. Esos años para mí fueron ir desde la oscuridad hacia la luz. Supe ver morir a la oruga para ver que le brotaran alas a esta mariposa. Hice un reinicio como mujer, me convertí oficialmente en artista plástico y Magister en Ciencias con mención en Orientación de la conducta, cuya investigación se orientó hacia el arte-terapia como disciplina que fortalece la autoestima en las mujeres, siendo esta una investigación que contribuyó a mi vida. Confieso que ha sido un camino largo, lleno de aciertos y desaciertos. El arte ha sido mi puerta para ingresar a una mayor conciencia. 


“He pintado con los fluidos de mi vientre y algunos se muestran en contra de ello. Ese fue mi descubrimiento para sanar heridas ancestrales y emocionales que estaban encriptadas en mi ser de mujer”

Fotografía: de Ana Rojas (2017)
Descubrí mucho, aprecié leyendas, conexiones, culturas. Ahora procuro conectarme con la claridad ya sin máscaras, con la fuente para mirar la realidad desde una óptica amorosa y resiliente. Para mí sencillamente la vida está llena de alquimia. El arte es un proceso magnífico pues si lo admites te lleva a la magia del despertar. Ayer mis padres germinaron en mí la sencillez de lo natural y hoy todo ello se aflora en mis obras que muestran la manifestación de un mundo desconocido, albergado en el inconsciente, lo sensible; una danza entre lo real y lo imaginario, una mirada hacia lo ancestral, a la historia, lo femenino.  

L.B. ¿Cómo fue el encuentro con los petroglifos y de qué modo se manifestó la necesidad de elaborar una plástica a partir de estos?
D.F. Ya los conocía desde mi formación en historia pero no con la misma inquietud. Cuando escuché del diplomado en Arte rupestre me dio mucha curiosidad, pues fusionaba la historia, los pueblos y el arte. Decidí inscribirme y todo se dio de modo favorable. Las salidas de campo eran magníficas, creo en la esencia que nos conecta y precisamente el viaje al Yaure, en el Estado Barinas, la Puerta del Sol, me marcó con su misterio. Fue un viaje inolvidable: solo quien está allí puede sentir en su piel y en todo su ser esa magia que te habla a través de la naturaleza. Así que empecé con ellos y la admiración por los glifos femeninos, la cosmovisión ancestral. Un día tomé mis fluidos, pinté un glifo y así empezó este camino.

"El uvito" / serie 'glifos' / Acrílico. 50x70cm 

Convertir la imagen en escritura

Un interesante ejercicio de alfabetización consiste en traducir lo que una imagen sugiera. redacta un texto creativo según lo que te sugiera cada imagen:

En el gimnasio del intelecto

Ansiedad

Coser las nubes



sábado, 13 de octubre de 2018

Rúbrica para evaluar un minicuento


Frente a la iniciativa de publicar los textos de los participantes del Taller de producción de textos ficcionales  en la Revista "Laboratorio de escritura" surge la responsabilidad de materializar una producción que reúna las condiciones más óptimas de cualidad y de calidad, esta situación motiva la implementación de instrumentos que establezcan indicadores de valoración.

La evaluación se garantiza democrática cuando se construye participativamente, el poder pierde su naturaleza alienadora y autoritaria cuando se cede al grupo, por su parte, tales aspectos garantizan un espacio democrático, solidario, metacognitivo en tanto que son los participantes quienes establecen qué es lo que decidirán apreciar de sus productos.

Con los aportes de Ricardo Piglia (en Formas Breves), de Horacio Quiroga (en "Decálogo del perfecto cuentista") y de Violeta Rojo (en "Breve manual para reconocer minicuentos") y con el libro  "Rúbricas y otras herramientas para desarrollar la escritura en el aula" (Comp. de Carmen Sotomayor, Natalia Ávila y Elvira Jéldrez), los participantes del "Taller de escritura de microrrelatos" elaboraron la siguiente Rúbrica para evaluar un minicuento:

Dimensión
NIVELES
1
2
3
Adecuación
El ritmo narrativo no se corresponde con la intensidad y la velocidad  de un minirrelato
El ritmo narrativo tiene poca correspondencia con la intensidad y la velocidad  de un minirrelato
El ritmo narrativo se corresponde con la intensidad y la velocidad  de un minirrelato
   Las palabras no parecen  planificadas y bien ubicadas en los textos
   Las palabras en ocasiones parecen planificadas y bien ubicadas en los textos
  Las palabras empleadas fueron planificadas y bien ubicadas en los textos
Los minicuentos no presentan información suficiente para que el lector construya el sentido
El minicuento presenta una parte de la información necesaria para que el lector construya el sentido
La información contenida en el minicuento le da al lector todos los elementos necesarios para la construcción del sentido
coherencia
El minicuento no tiene un sentido global que le permita al lector comprender lo que el escrito quiere transmitir
El sentido global del minicuento resulta difícil de comprender para el lector
El lector encuentra a través de la totalidad del minicuento un sentido global que le permite comprender de qué se trata y qué quiere transmitir
Cohesión
El rminirrelato no tiene un uso conveniente de los conectores
El minirrrelato presenta un uso en ocasiones adecuado de los conectores
El minicuento presenta un bueno manejo de los conectores del lenguaje
Estructura
El texto supera la cantidad de 500 palabras
El texto tiene poco más de 500 palabras
El texto tiene la extensión acordada de 500 o menos palabras
Apreciaciones adicionales:









Puede descargar este instrumento a través de: https://drive.google.com/open?id=1KYPmMNscezM2Kl6RtqGSbCBE4xLLDNzS

miércoles, 3 de octubre de 2018

¿Escribir y evaluar un cuento de horror?


Shiranui Kitanroku (s/f)
El siguiente artículo, aunque se intitula a modo de interrogante, no pretende saciar la sed de dudas sobre cuestiones tan antiguas de la humanidad, y abordadas desde diversas disciplinas del pensamiento, me refiero al género del cuento y al sentimiento psíquico del horror. Procura más bien contar una experiencia en la que bordeamos la posibilidad de valorar la calidad de un escrito de horror producido bajo el umbral del siglo XXI, como lectores críticos y escritores cooperativos que hacemos vida en una ciudad andina de un país latinoamericano.

En efecto, la aventura de haber iniciado un taller de estudio y producción de narrativas del miedo bajo la tipología ficcional del cuento ha representado un interesante y agotador reto de escritura, considerando que el tema del horror constituye un género altamente explotado por la industria cinematográfica y el mercado editorial. La lógica del mercado ha sabido recurrir a la compleja emoción del miedo, fijando simbólicas, modos, estándares; de manera que desde un punto de vista práctico, al producir un cuento de horror uno teme reincidir en temas y maneras previamente utilizadas, eso que coloquialmente llamamos "refrito". El  género del horror adolece de originalidad. 

Dichas preocupaciones manifiestas a lo largo de nuestra tarea de escribir un cuento del género obligó la incorporación de amplias miradas a partir de la teoría del horror durante el taller, comenzando por lo históricamente inmediato y cercano: el terror en las sociedades avanzadas, concretamente el modo el el cual los medios de información y televisivos generan miedo en el mundo de hoy. Desde una mirada panorámica, retrogradamos en el tiempo desde la Modernidad y en dirección al Renacimiento, la Edad Media, hasta tocar el horror cósmico, ligado a los albores del universo, tal como lo palpaba Lovecraft en sus noches tejiendo monstruos míticos, genealógicos, originarios. Ciertamente, es el Medioevo un poderoso generador de imaginarios extendidos hacia la Novela Negra o Gótica, que fueron desparramando hacia las urbes contemporáneas a vampiros, súcubos e íncubos, brujas, hechiceros, zombies y un alfabeto de demonios imaginados desde la escolástica. 

Ilustración de John Kenn Mortensen (1978)
 A través del intercambio solidario de opiniones como método de construcción de verdades, progresívamente identificamos un quiebre en las narrativas del miedo que parte en dos la historia del horror. Este quiebre se caracteriza por la persistencia de un discurso muy actual y sugerente según el cual se advierte que el horror del hombre contemporáneo yace dentro de sí mismo; dicho en un código más filosófico: el horror es una experiencia que acontece en el fondo del sí mismo bajo identidades ambiguas que procuran sobrevivir en medio de una sociedad vertiginosa, líquida; virtual, si se quiere. Pareciera que en la medida en que el mundo contemporáneo se fue haciendo más laico y escéptico, fue borrando la representación del horror como un monstruo externo, para introducirlo dentro de la existencia cotidiana de los hombres, mucho más cercano a nosotros mismos y a lo que somos. Ya no nos horroriza la personificación de satanás; por el contrario, nos atemoriza aquello que podemos resultar usted y yo bajo el signo de lo onírico, la locura, la peste, el desasosiego, la incertidumbre. El horror en la actualidad tiene como epicentro a la vida íntima y cotidiana de cada ser, y se desencadena a través del crimen, la violación, el abandono, la locura, la desesperación, la melancolía, el insomnio, el sueño, el duelo, el terrorismo, la endemia, el desastre natural, el calentamiento global, la enfermedad de transmisión sexual, el abuso de poder, los actos de pedofilia debajo de las sotanas, el totalitarismo de Estado y la homofobia.