lunes, 20 de agosto de 2018

Taller de escritura de cuento de horror







“Los niños tendrán siempre miedo
a la oscuridad, y los hombres de mente sensible
temblarán siempre ante la idea de mundos ocultos
e insondables de extraña vida que pueden latir
en los abismos que se abren
más allá de las estrellas”
(Lovecraft)


TÍTULO DEL TALLER
Taller de estudio y producción de cuentos de horror

A quien va dirigido
Adolescentes a partir de 14 años y adultos

Propósito 
Producir textos escritos del género cuento en modalidad horror

Metodología
Mediante la revisión de la teoría literaria, una selección de cuentos de horror, del cine, el archivo sonoro de horror y la imagen horrenda, a través de la interacción y la construcción cooperativa de rasgos textuales del género y definiendo tipologías textuales y mecánicas del lenguaje del miedo, los participantes estructurarán un plan de escritura de un cuento de horror que redactarán progresivamente durante el tiempo del taller, socializando la experiencia tenida durante el proceso de creación, identificando barreras y aciertos que serán manifiestos a través de la interlocución como intercambio durante la puesta en escena de lecturas oralizadas.

Lugar 
Sala de conferencias de la Fundación Bordes

Inicio 
03 de septiembre del 2018

Horarios
Lunes de 03.00pm a 05.30pm

Los productos
El taller finaliza con la presentación de la revista (digital) "Laboratorio de escritura" (https://m.facebook.com/revistalaboratoriodeescritura) dedicada a la reflexión y divulgación de los procesos de escritura



Tallerista: Leonardo J. Bustamante
C.I. V-15027705


Bibliografía
Borges, Jorge L., El Aleph. Anagrama. Buenos Aires. 1972
Bravo, Víctor. Los poderes de la ficción. Monte Ávila, Caracas. 2004
Cohen, E. Con el diablo en el cuerpo. Filósofos y Brujas en el Renacimiento. Taurus. México, DF. 2003
Cortazar, Julio. Bestiario
Garmendia, S. (1986). Los pequeños seres, Memorias de Altagracia y otros relatos. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
González, Fernando. El horror en la literatura. Revista de teoría de la literatura y literatura comparada, nº1, pp. 27-50   https://doi.org/10.15366/actionova2017.1
Hobbes, T. Leviatán (fragmentos)
Kramer, H. y Sprenger, J. Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos)
Poe, Edgar A. Barril de Amontillado y otros cuentos.
Pulido. José A. “El horror: un motivo literario en el cuento latinoamericano y del caribe”
Medina, Segundo. Cuentos de a tres-1 (“La noche de los gatos”). Editorial Zócalo
Quiroga, Horacio. Cuentos de horror, locura y muerte. La oveja negra. Buenos Aires. 1982
Rodríguez, Jorge. La piel del lagarto. Monte Ávila. Caracas. 2012
Shelley, M. Frankenstein.
Todorov, T. Memoria del mal, tentación del bien. Siglo veintiuno.
Urdapilleta, Mario. Bestiario medieval en las crónicas de indias. SXV y SXVI)
Yourcenar, M. Fuegos. (Clitemnestra o el Crimen)
Zygmunt Bauman: Modernidad y ambivalencia. Anthropos, Barcelona, 2005
E. T. A. Hoffmann. Vampirismo.

domingo, 19 de agosto de 2018

¡POR MIS SANTAS BARBAS!


Estos nuevos barbones circulan libremente por los centros comerciales del mundo y otros museos del consumo, pavoneándose ante la historia, y creyéndose más varoniles que aquellos que vivieron su barbuda vida entre la clandestinidad y las ergástulas. Aunque los clandestinos de antaño no tendrían más que un viejo jabón para asearla y mil sueños de una sociedad más justa y equitativa, una sociedad que aunque alienada por el tejido de las redes sociales, sigue en el fondo de sus rincones, soñando adormecida, un mundo más justo y más humano.



       De un tiempo atrás y hasta la orilla del tiempo presente, la fascinación por las barbas parece resurgir del fondo de un tenue pasado, poco claro al inconsciente de los latinoamericanos; y es que, a diferencia de los europeos, los del nuevo continente no disponemos de imaginarios epocales concretos en los que la mitad de los rostros varoniles estuviera teñida por los viriles y masculinizantes bellos faciales. Si acaso uno que otro héroe patrio o algún pensador aparecen inmortalizados por la pictografía histórica, luciendo épicas o intelectuales barbas, es obra de la fortuita casualidad.
Imagen relacionadaAntes bien, los hombres latinoamericanos cargan, lomo a cuestas, el signo del trauma de las décadas de los 60 y los 70’ en que lucir barba era señal equívoca de comunista, agitador, retardatario, panfletario, guerrillero urbano, cimarrón, extremista, y otros peyorativos de turno que podían convertir la vida de los felpudos portadores en una aventura no exenta de reales peligros entre los que se incluían detención y –si hubiere algún otro aditivo, como el del libro de un soviético dentro de la mochila–, tortura y desaparición. Puede imaginarse –con mayor rasgo de verosimilitud y menos risa– a varios barbudos caer desde las puertas de un helicóptero de la DISIP directo al fondo sin fondo del Mar Caribe; y es que las barbas, por muy sensuales, no mantienen el cuerpo a flote.
Pero este siglo, a diferencia del decimonónico y los siguientes, viene con nuevas combinatorias en el tejido social y no es cualquier cultura de la imagen, sino una peculiar forma en la que la imagen digital, líquida, abunda por las redes sociales, tejiendo nuevos imaginarios con la capacidad de establecer nuevos estereotipos, y empleando una lógica tanto más poderosa que performa a la posmodernidad como un espacio ubicuo: nuestra nostalgia del pasado es terrible y dolorosa, como la presencia de un padre muerto que asoma su fantasma.
Imagen relacionadaEsta posmodernidad –espacio sin tiempo, tragedia al mejor estilo shakespeareano en la que Hamlet, desde algún lugar de Dinamarca– exclama una definición que nos caracteriza: “¡The time is out of join!” (“El tiempo está fuera de quicio”). La condena del hombre posmoderno es la soledad y la desesperanza en el porvenir. Es tal vez esta la razón de que las redes sociales estén inundadas de la estética del vintage.
Lo avejentado, lo envejecido, constituye un intento de permitir la vida de lo nuevo y lo emergente, pincelado con efectos que le imprimen edad, quizá para engañarnos con la ilusión de una memoria. El vintage es una mentira se solapa como verdad en una época que pretende relativizarlo todo, incluso proclamas que en su esencia y expresión siguen resultando necesarias, vitales.
Desde el fondo, y decorada con trazos de un simulado pasado, aparecen hoy los nuevos barbudos, asomados al precipicio del presente: visten camisas de cuadros, botas de cuero (de la época del Harley D.), tatuajes con iconografías clásicas y luciendo barbas atendidas con recientes productos cosmetológicos. Tan antiguo resulta el simulacro que para lograr el efecto, usan hojillas tradicionales de afeitar, con cepillos de la época y todo. 
Estos nuevos barbones circulan libremente por los centros comerciales del mundo y otros museos del consumo, pavoneándose ante la historia, y creyéndose más varoniles que aquellos que vivieron su barbuda vida entre la clandestinidad y las ergástulas. Aunque los clandestinos de antaño no tendrían más que un viejo jabón para asearla y mil sueños de una sociedad más justa y equitativa, una sociedad que aunque alienada por el tejido de las redes sociales, sigue en el fondo de sus rincones, soñando adormecida, un mundo más justo y más humano.