domingo, 28 de octubre de 2018

"¡Al diablo la inspiración!: la escritura literaria como habilidad"


Por: Leonardo Bustamante
ljbr111280@gmail.com 


#349 Line of Thought by Picolo-kun
"Line of thought" / by: Picolo-Kun


«La literatura es una fiesta  
y un laboratorio de lo posible»
(Ernst Bloch)

Una convicción heredada de los formalistas según la cual el arte consiste en desautomatizar el signo, produciendo un extrañamiento (ostranenie) en el lector (Shklovsky, 1917), una lectura en clave de refutación de “El malestar en la cultura” (Freud, 1937), otra lectura –más amigable– a un libro de Jorge Volpi ("Leer la mente", 2011) y una entrevista a la escritora venezolana Wafi Salih (Venezuela) amalgamaron la idea de que escribir ficción requiere habilidades de planeación y corrección y no solo de la inspiración, ese instante iluminador que conlleva a un frenesí escritural con el cual se materializará, por obra y gracias de la magia la obra. 
Si lo anterior es cierto o acaso posible, se puede pensar que producir un texto ficcional requiere del autor la operacionalización de un sistema de planeación, escritura, corrección y edición de su obra. En consecuencia, el autor literario sería ante todo un escritor experto que maneja los límites frente al papel, un laboratorista que controla variables durante la composición del texto. Su obra derivaría como producto del método y la técnica y no solo de la inspiración.
No obstante, el problema está en el territorio de las tradiciones. La herencia clásica que concibe al escritor como un transmisor del mensaje divino, la romántica que le otorga dotes particulares de iluminado, la simbolista que fractura la consciencia, abriendo paso a lo onírico y lo irreal para distorsionar el signo (surrealista) y el esnobismo estereotipado del escritor como un personaje desajustado con la vida –el cine ha sido el principal masificador de este estereotipo–, han levantado un muro que aísla en las sociedades contemporáneas y alfabetizadas el derecho de los ciudadanos a crear, convencidos de la valía de su obra.

Pero no solo Hollywood, cuya película más ilustrativa del problema es “Barton Fink” (Coen & Coen, 1991), también el psicoanálisis ha hecho lo suyo al patologizar todo acto creador y calificar al arte de “lenitivo” (Freud, 1937, pág. 14). Empero el poder de la ficción no es solo un anestésico sino una forma de manifestación de verdad (Piglia, 1986, pág. 7). Como portadora de luz y conocimiento, la ficción crea intersubjetividades, abre puertas al auto-conocimiento, revela mundos a partir de complejos sistemas paradojales, alfabetiza y construye ciudadanías elevadamente humanas; es decir, sensibles.


Barton Fink (1991, dirs. Joel & Ethan Coen)
"Barton Fink" Imagen tomada de la red social
Pinterest / usuario: sjmaitland


Por esto la mediación en un taller de producción de ficciones requiere como primera acción ética del promotor el desmontaje de mitologías y estereotipos que amenazan la autoestima de las personas que se acercan a los talleres, deseosas de satisfacer sus necesidades de crear mundos mediante la palabra, creyendo en el valor de lo que producen. Hay que sanear el arte de las concepciones patológicas que signan el proceso creador y eso se logra democratizando la ficción, debilitando los muros construidos en torno al canon literario, ese modelo segregacionista venido del S.XIX (Shaeffer, 2013, pág. 15).
La literatura se ha diseminado progresivamente a través de múltiples signos, para Jean Marie Shaeffer el siglo veinte no es de la literatura, sino de la literaturización de las sociedades a través del cine y la música. Conviene decir además que somos sociedades altamente alfabetizadas; en consecuencia, la literatura ya no es un atributo de los tocados por la musa.
Es así como las sospechas y refutaciones consolidaron nuevas aseveraciones al revisar la experiencia de tres talleres efectuados recientemente: uno dedicado al cuento fantástico (mayo, 2018), minificción (Julio, 2018) y cuento de horror (octubre, 2018). Estas tres manifestaciones del género cuento, estudiadas y practicadas por grupos de aficionados a la escritura permitieron descubrir que como hecho escritural el género se contiene en tipologías textuales concretas, la ficción, aunque poder ilimitado que pulsa para fracturar el signo, está limitada por el lenguaje (Piglia, 1986, pág. 37).
Como consecuencia de lo anterior, los encuentros semanales del taller tomaron forma de laboratorio de disección de organismos estructurados del lenguaje, el instrumental quirúrgico lo ofrecía la teoría literaria, en este caso la del cuento. Identificadas las propiedades constitutivas de cada texto el proyecto de escritura de cada participante no solo dependía de la escritura movilizada por la inspiración, sino de la planeación a partir de estructuras identificadas en anteriores encuentros. A partir de ahí el taller comienza a centrar la atención en la lectura oralizada de los proyectos de composición y el intercambio de opiniones de los participantes.
Para organizar esa etapa tan importante del proceso de escritura llamada “edición”, los autores participantes, haciendo uso de los aportes leídos en los textos teóricos, proponen indicadores de valoración que se incorporan a una rúbrica de evaluación cooperativa. Este instrumento elaborado por los participantes orienta la discusión crítica y la forma de valoración de cada obra en proyecto, permitiendo que el escritor resuelva problemas de la escritura relacionados con el destinatario y la cuestión retórica (cómo decir lo que se escribe). Sobre experiencia de construcción de una rúbrica para evaluar un minicuento puede acceder a: https://comounapalabra.blogspot.com/2018/10/rubrica-para-evaluar-un-minicuento.html.
Es curioso que dos teóricos de la escritura provenientes de áreas tan aparentemente incompatibles como Liliana Tolchinsky (investigadora de los procesos de escritura académica) y Ricardo Piglia (escritor literario y ensayista) coincidan casi totalmente respecto a sus definiciones de la escritura. Piglia manifiesta: “Escribir es sobre todo corregir, no creo que se pueda separar una cosa de otra. De todos modos cuando el texto está terminado hay un trabajo de corrección que es bastante singular” (Piglia, 1986, pág. 36). Para Tolchinsky, los escritores expertos “dedican más tiempo a la planificación y a la revisión” (2014, pág. 20). Esta coincidencia permite que se incorporen aportaciones científicas de la escritura a la producción ficcional, considerando que la literatura, en tanto que indiscutible manifestación artística, comprende una mecánica, un entramado técnico que obliga el uso de habilidades de parte de quien la produce. El acto creador no está entre el cielo y la tierra, sino que transita por zonas neurológicas, lo que supone el uso de operaciones de tipo cognitivo. El escritor e investigador de los procesos de escritura Jorge Volpi (México) ha estrechado las fronteras entre la concepción del acto creador de la ficción en la perspectiva de la ciencia:

"La ficción ha existido desde el mismo instante en que pisó la Tierra el Homo sapiens. Porque los mecanismos cerebrales por medio de los cuales nos acercamos a la realidad son básicamente idénticos a los que empleamos a la hora de crear o apreciar una ficción. Su suma nos ha con vertido en lo que somos: organismos autoconscientes, bucles animados". (2011, pág. 16).

Si los mecanismos de reproducción de la realidad son los mismos que se usan para la re-producción de ficción, es permisible promover escrituras de ficción a través de la revisión de aportes sobre los procesos de escritura de no-ficción, el proceso es básicamente el mismo.

Una última sospecha tiene que ver con la idea de que los escritores guardan celosamente las fórmulas exitosas que lograron en sus laboratorios de creación, el esnobismo que posibilita la imagen del escritor aislado alimenta el hermetismo del proceso. Uno se sorprende de que en medio de tan alta secularización que caracteriza al ser contemporáneo prevalezcan concepciones tan antiquísimas como la helénica que define al poeta (para los griegos el escritor está contenido en el poeta [aedo]) como un daimon –mitad humano, mitad divino–. Quizá por esta razón, numerosas experiencias de promoción de textos creativos se conforman con la emulación de los productos de otros autores; es decir, la re-creación o re-escritora que enfatiza poco en operaciones tan importantes como la planeación y la corrección del texto.


En el Taller de cuento fantástico. Librería "Sin Límite", mayo 2018


Referencias

Coen, E., & Coen, J. (Dirección). (1991). "Barton Fink" [Película].
Freud, S. (1937). "El malestar en la cultura". Biblioteca libre Omegalfa.
Piglia, R. (1986). "Crítica y ficción". Buenos Aires: Lectulandia.
Shaeffer, J.-M. (2013). "Pequeña ecología de los estudios literarios: ¿por qué y cómo estudiar la literatura?". Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
Shklovsky, V. (1917). "El arte como artificio".
Tolchinsky, L. (2014). (Comp.) "Cuadernos de docencia universitaria". Barcelona: Octaedro.
Volpi, J. (2011). "Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción". México: Alfaguara.



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