Al ingresar, debí dejar mi teléfono en la "garita",
quedándome, literalmente, huérfano de comunicación; en el segundo control debí
abrir el bolso (repleto de libros) para que el custodio pudiera cumplir con su
tarea. Al observar que traía una decena de libros, y al oír que mi presencia se
debía a motivar actividades de lectura en el recinto el respeto y la distancia
tomaron forma de esa cálida amabilidad que nos caracteriza como venezolanos.
"-Queremos realizar un festival donde los estudiantes realicen
lecturas"
No había terminado de oír la intención por la que el grupo de docentes
del Liceo "José Antonio Abreu" me había invitado y pronto me vi
conteniendo la emoción que me produce esta posibilidad elevadamente
humanizadora de leer en voz alta, construyendo significados a partir de la
escucha activa y del intercambio.
Esta institución, adscrita al MPPE se dedica a prestar servicio
pedagógico en el Retén de menores de la ciudad de San Cristóbal. Los jóvenes
que se encuentran bajo régimen penitenciario tienen, gracias a la dedicación
de esta comunidad de profesores, la posibilidad de continuar sus estudios de
bachillerato. Entrar y ver los chamos es volver a los principios primigenios
sobre el valor profundo de lo que significa educar.
Tal vez la frase inmortalizada del escritor Victor Hugo resuma la tarea
pedagógica de esta comunidad de docentes: "Abrid escuelas para cerrar
prisiones".
Atravieso un pasillo y escucho desde un salón la práctica de los
muchachos que ahora se encuentran en clase de música. Ingreso a la sala de
reunión, ubico una silla que me servirá de mesa, extraigo los libros de la
mochila y los desparramo con disimulo, como quien no trae cartas bajo la manga
(Confieso que de tener guantes blancos me creería un genuino mago que extrae
sueños, palabras que nos rehacen, al abrir un libro y oralizar su contenido).
He traído poemarios, compilaciones de minirelatos, cuentos para niños,
ensayos sobre Andrés Bello, Cajas de cedés con cuadernillos, cómics, un manual
de instrucciones sobre el uso de una plancha, obras teatrales; por sobre todo
me interesa la reacción inicial, el acercamiento que cada uno va haciendo, el
camino que cada asistente realiza desde su silla hasta el cúmulo de textos, el modo del contacto, en fin, esa magia que irradia el
lector cuando está frente al texto.
"-Me gustaría que cada uno eligiera un libro de su interés"
Y casi sin darnos cuenta ya estamos en un conversatorio sobre una
actividad íntima: por qué elegí el libro, qué me sugiere el título, cuándo,
dónde y con quién lo leería, a quién compartiría mi experiencia de
leerlo...
"-Yo también elegí dos libros para compartir con ustedes",
digo, y hago su presentación.
"El primero es un cuento titulado "Perdí mi sonrisa",
propiedad de mi hija (esto último lo digo enfáticamente, porque la promoción
lectora comienza por casa). El segundo es una antología de poemas de
Ramón" Palomares que tiene uno de mis poemas predilectos llamado "El
patiecito":
¿Cuál de los dos les gustaría conocer?
Portada de libro |
El cuento de mi hija, acompañado de ilustraciones trazadas al estilo del
creyón de cera y extendidos hacia todos los extremos de la página comienza a
ocupar el primer lugar. ¿Se habrán dado cuenta los profesores que un adulto
retorna al niño cuando entra en contacto con un libro infantil? Ni siquiera yo
lo había previsto, por lo que caí en la dulce trampa de ver cuán frágil resulta
la vida de una pequeña, sensiblemente afectada porque en efecto ha perdido su
sonrisa.
A partir de allí las dos horas se redujeron al instante, analizando los
"diez derechos del lector" de Daniel Pennac, destacando especialmente
el nono (nueve): "El derecho a leer en voz alta", y aportando ideas
para la creación del próximo festival. Pero había que atender al tiempo
que ya indicaba que era el momento finalizar el encuentro:
"-Nos gustaría, para terminar, que nos leyera algo del otro libro,
el del poeta Palomares"
Abro el libro en el que previamente había marcado la página donde se
encontraba el poema. Tomo aire, me introduzco en el personaje que hará creíble
ese histórico conflicto en el que el padre se
posiciona sobre el hijo que ha elegido otro camino, otra ruta; un problema que
nos encara con la importancia de la formación de la autonomía en los jóvenes, y
la responsabilidad de orientarles en el diseño de su proyecto de vida:
"El patiecito
Me dijo mi padre el Dr. Ángel
—Qué haces Rómulo?
¿Adonde está lo que te di Rómulo?
—Bueno soy escribiente padre
Escribiente.
—Entonces
No fuiste lo que yo soñé
—Ay padre
lo que soñaste se lo llevaron las aguas
Ahora sólo hay malezas malezas ¿ves?
Estoy limpiando el patiecito".
Al caer la tarde, de vuelta a casa, un curioso descubrimiento me sorprende: los profesores no se han identificado tanto con el padre, sino con el hijo, como si la libertad fuera un valor superior a la justicia
Por: Leonardo Bustamante
ljbr111280@gmail.com
@lejebus
Hermosa experiencia .. Me sentí allí .. Un beso poeta ☺
ResponderEliminarBesos
EliminarHaciendo lo que te caracteriza excelente Leo.
ResponderEliminarHola Leonardo, te felicito por esa iniciativa de compartir con los adolescentes la experiencia e leer en voz alta. Lo estimula a uno seguir creyendo y construyendo espacios para el compartir la palabra transformadora del espíritu. Un abrazo y sigue con tu acto de fe literario, lo haces muy bien.
ResponderEliminarEs fácil cuando se aprende de los mejores, gracias, Camilo, por sus orientaciones y su amistad.
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