miércoles, 12 de diciembre de 2018

Semáforo en rojo


(Izq. a der.: Segundo Medina y Freddy Araque /
Foto de Leonardo Bustamante)

El "haikú" -forma poética japonesa- logra el milagro de la materialización del instante, la concentración del cosmos en un espacio mínimo. Nos restituye la inocencia, suspendiendo mediante palabras imágenes de la contemplación infantil: piedra, río, cielo, sendero, ocaso. Leer o componer haikús equivale a dejar fuera de sí lo que en la vida resulta transitorio.

Como tipología textual supone una geometría, un cálculo perfecto que funde aritmética y contemplación a través de triadas de 7/5/7 sílabas en cada verso.

Los siguientes poemas comenzaron a escribirse a partir de una fotografía que tomé a los poetas Segundo Medina y Freddy Araque, en una calle de la ciudad de Rubio (Táchira, Venezuela), bajo un colorido arbusto cuya especie desconozco, pero cuyos colores rememoran la hermosura de los clásicos parajes nipones. Esa tarde conversamos a propósito de "La senda de Oku" y sobre el poeta Li-Po. 

A los dos amigos les pareció interesante la diferencia que señalé -siguiendo los aportes de Gustavo Pereira- en relación al haikú (japonés) y al tanka (de procedencia china, estructurado bajo 7/5/7//7/7), precisando que este último añadía dos versos que se destacan de los anteriores por su extensión. Lo que básicamente enfaticé es que en el tanka esos dos versos finales sugerían una posibilidad de enunciar un silogismo, una noción o expresión dilucidatoria en relación a los versos triádicos. 

Guardé celosamente esa foto, y las veces que la observaba experimentaba deseo de escribir a partir de esta, y sobre todo de reservar su publicación para alguna ocasión particular.

Tiempo después conocí a Wafi Salih y recuerdo que se presentó como versificadora en vez de como poeta (dijo algo así: "-para mí, la poesía es ante todo verso"). Este acto de concreción del género me hizo, decididamente, acudir a la exploración de lo mínimo para terminar, cara a cara, con el instante. 

Lo anterior supuso un desvío en el curso de mis concepciones de la poesía (entonces me encontraba muy influenciado por la poesía exteriorista latinoamericana de Ernesto Cardenal, Fernández Retamar y Frank Baez), en todo caso los desvíos son retos que pueden valer la pena y en mi caso no solo no perdí mi tiempo, sino que gané eternidad de contemplación a través del placer de componer estos poemas.

Dedico estos ejercicios de restitución de mi infancia y aprehensión de lo eterno a Segundo, a Freddy, a Wafi. También a todos los que aman la belleza de las palabras.



SEMÁFORO EN ROJO


HAIKÚ


PROMETEO ENAMORADO

¡Tibieza en tus senos!:
¿sabré adónde 
me conduce este fuego?

LA INDULGENCIA DE LOS DIOSES

Tendido en el ocaso
yace el amante:
Cuánta sed esta tarde


CONTEMPLACIÓN

Su mirada extraviada
en los ramajes
gime la sed de otoño

EL LLAMADO DEL AIRE

Hoja del árbol
Mis manos son el tiempo
Tu aliento la caricia


ELLA

No más el cielo
Tu ausencia es mi tiempo
Hazme ya eterno

TANKA


PROMETEO ENAMORADO

Vamos, mis manos
recibirán el calor
sobre tus senos,

El mundanal no sabrá
que soy ladrón del fuego

LA INDULGENCIA DE LOS DIOSES

Cae la hoja a tierra
Los amantes se palpan
Pasión despierta

Habrá otra sed de besos
Cuando caiga la tarde


SEMÁFORO EN ROJO

-¿Siquiera un árbol?
-Uno, tenue en el fondo

Su mirada perdida
Titilaba de otoño

(Leonardo Bustamante)

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