En la actualidad, es
común la tendencia de asociar la obra al autor. Sin embargo no en todas las
épocas ha resultado igual. En “La muerte del autor” (1968) el semiólogo Roland
Barthes explica como en las sociedades primigenias los textos eran producciones
sociales y solo contaban con mediadores adiestrados para transmitirlos oralmente.
La superación de la Edad Media, la confianza puesta en el individuo otorgada
por la Reforma e impulsada por el empirismo inglés dieron forma a lo que en nuestros
días se conoce como “autor”. Pero eso que en la antigüedad clásica se denominó
“escritor” y que la Modernidad sustituyó con el nombre de “autor”, se diluye en
la medida en que las sociedades participan ampliamente en la cultura escrita.
Es el signo el principal comunicante en la escritura, concluye Barthes. La
disolución del autor es tal en nuestros días que Cassany explica aspectos complejos de la escritura a partir de un individuo alfabetizado cualquiera:
Cabe decir que (...) utilizo el término
escritor con un significado un tanto distinto del habitual. En la vida
corriente, cuando decimos es un buen/mal escritor nos referimos exclusivamente
a un poeta, un novelista o un literato. En cambio, cuando en este estudio
aparece el concepto de un escritor competente/bloqueado me refiero siempre a un
individuo alfabetizado cualquiera, que es más o menos competente en las
situaciones de comunicación escrita más usuales: correspondencia, notas,
agenda, instancias, apuntes, resúmenes, ocasionales ejercicios de creación
(dedicatorias, felicitaciones, diario personal o — ¿por qué no?— pequeños
poemas y cuentos). (Cassany, 1987, pág. 12) .
No cabe duda que el
amplio margen de alfabetización de las sociedades actuales resignifica el uso
de la escritura. Junto a este fenómeno de democratización, el cine y la música
literaturizan la cotidianidad a través de la intertextualidad y la re-escritura.
Ya la literatura no solo está contenida dentro de los márgenes del canon, sino
diseminada mediante la cultura del entretenimiento, explica Jean Marie
Schaeffer (2013) en “Para una ecología de los estudios literarios” (2013, pág. 18) .
Escribir hoy, independientemente del propósito, consiste en conocer el código, identificar los elementos de la tipología del texto sobre el que se escribe y aplicar estratégicamente habilidades (planeación, redacción, modificación y edición) y concebir al lector, teniendo claro lo que se desea que este realizará con el texto.
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