martes, 6 de noviembre de 2018

Escritura al alcance de todos

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En la actualidad, es común la tendencia de asociar la obra al autor. Sin embargo no en todas las épocas ha resultado igual. En “La muerte del autor” (1968) el semiólogo Roland Barthes explica como en las sociedades primigenias los textos eran producciones sociales y solo contaban con mediadores adiestrados para transmitirlos oralmente. La superación de la Edad Media, la confianza puesta en el individuo otorgada por la Reforma e impulsada por el empirismo inglés dieron forma a lo que en nuestros días se conoce como “autor”. Pero eso que en la antigüedad clásica se denominó “escritor” y que la Modernidad sustituyó con el nombre de “autor”, se diluye en la medida en que las sociedades participan ampliamente en la cultura escrita. Es el signo el principal comunicante en la escritura, concluye Barthes. La disolución del autor es tal en nuestros días que Cassany explica aspectos complejos de la escritura a partir de un individuo alfabetizado cualquiera:


Cabe decir que (...) utilizo el término escritor con un significado un tanto distinto del habitual. En la vida corriente, cuando decimos es un buen/mal escritor nos referimos exclusivamente a un poeta, un novelista o un literato. En cambio, cuando en este estudio aparece el concepto de un escritor competente/bloqueado me refiero siempre a un individuo alfabetizado cualquiera, que es más o menos competente en las situaciones de comunicación escrita más usuales: correspondencia, notas, agenda, instancias, apuntes, resúmenes, ocasionales ejercicios de creación (dedicatorias, felicitaciones, diario personal o — ¿por qué no?— pequeños poemas y cuentos). (Cassany, 1987, pág. 12).

No cabe duda que el amplio margen de alfabetización de las sociedades actuales resignifica el uso de la escritura. Junto a este fenómeno de democratización, el cine y la música literaturizan la cotidianidad a través de la intertextualidad y la re-escritura. Ya la literatura no solo está contenida dentro de los márgenes del canon, sino diseminada mediante la cultura del entretenimiento, explica Jean Marie Schaeffer (2013) en “Para una ecología de los estudios literarios” (2013, pág. 18).

Escribir hoy, independientemente del propósito, consiste en conocer el código, identificar los elementos de la tipología del texto sobre el que se escribe y aplicar estratégicamente habilidades (planeación, redacción, modificación y edición) y concebir al lector, teniendo claro lo que se desea que este realizará con el texto.

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