jueves, 25 de abril de 2019

CON OJOS DE GATO NEGRO: educar con la narrativa del horror




I


Ese lunes iniciaba la época de lluvias, el cielo estaba particularmente gris, las gotas resbalaban por las ventanas del salón de clase y hacía frío. Verbalizar a la audiencia la primera frase del cuento bastó para introducirme en el personaje. Se trataba de una edición en formato tabloide, papel glasé, ilustrada que contenía "El gato negro". Había un sabor extraño, una noción de idea prohibida –como como quien corre directo hacia el infierno– en esta locura de empezar el lunes de la semana dedicada al libro leyendo a un maldito.

Al terminar de leerlo se hizo silencio. Yo admiro ese particular silencio que nos deja una lectura una vez que nos complace o nos confronta. Un estudiante levantó la mano para manifestar que nunca había leído un cuento de horror. Otro intervino para hacer afirmaciones en torno al relato.

Pero la pregunta de uno determinó el curso de la clase:
¿Por qué leemos a un asesino que mata a sus mascotas y a su esposa? ¿Está eso bien?

Yo había tenido la precaución de leer la biografía del autor en la que se señalaba: "pertenece al romanticismo".



II



Desde la Edad Media hasta el Renacimiento, la humanidad no pudo mirar más allá de la interpretación católica de la vida y del mundo, estamos hablando de poco más de 500 años en que se mantuvo un veto a la racionalidad. Dicho con palabras de uno de mis alumnos: la única luz era la de los vitrales de las iglesias.

Pero el romanticismo rompió esas ventanas y la gente comenzó a escapar de los fríos muros del pensamiento escolástico para ir directo al bosque a plena luz del día. Lo importante del romanticismo es el giro drástico, la revolución implicada: dejar de mirar a Dios para mirar al hombre.

La proliferación de los discursos liberó siglos de represión sostenida, el hombre comenzó a verse claramente y esto derivó en una mirada más auténtica sobre la naturaleza interior del hombre.

¿Será por eso que la esposa del protagonista -con la cabeza del gato-. emerge del fondo de los muros, irradiando un horrendo brillo desde el ojo felino? Preguntó un estudiante, uno que no había hablado.



Librándome del error de imponer solo una interpretación sobre el texto analizado, seguro de que la mayoría de las preguntas son respuestas -hecho por el cual evito como profesor hacerlas-, y contra la pésima costumbre del sistema educativo de tener una explicación lista todo, guardé silencio.



III



El horror es un pedagogo de la sociedad, un fenómeno que organiza y transmite de sabiduría. Así lo vivió Occidente en concreto a partir del pensamiento helénico. El hombre griego asistía al teatro a horrorizarse con la trama, comprendiendo el peligro que aguarda el irrespeto al designio de los dioses. A partir de esta idea es que el horror empieza a conformar los límites de lo prohibido.



El horror, entendido como límite de lo prohibido es de suma importancia en la construcción de ciudadaníaS (enfatizo el plural, porque apelo a la pluralidad como un principio insoslayable de una sociedad que participa de multiplicidad de puntos de vista).



Con el tiempo, el desarrollo del pensamiento a partir del psicoanálisis le dio, a través de Freud, una condición atrevida e importante al proponer que "El horror se manifiesta en lo familiar" (heimlich/unheimlich).



Lastimosamente, los medios de comunicación son actualmente los principales proveedores de narrativas que no se prescriben a la ética, sino a los intereses de un pequeño grupo encargado de construir verdades que favorecen el sostenimiento de su status quo. En nuestra época el miedo se reduce a ser víctima de una pandemia, objeto de un ataque terrorista y al abuso de sacerdotes pedófilos, lo que está de fondo es un catálogo de intereses que van desde las trasnacionales de la farmacéutica, pasando por la concepción -caduca a mi juicio- de la idea de un Estado poderoso destinado a brindarnos protección (ese Leviathán sobre el que escribió Hobbes), hasta una campaña contra la Iglesia católica para el favorecimiento de un sector empresarial sumamente poderoso que se aglutina bajo el evangelio como un elemento cohesor, lo que asegura su lugar dentro del privilegio y el poder.



IV



Pienso en un currículo de enseñanza de la literatura para jóvenes que restituya la importancia ética que tiene el horror a través de sus diversas expresiones estéticas. He visto el gusto compartido en aula mediante la lectura de "Carta al padre" de Franz Kafka, porque en el seno familiar la sombra autoritaria del padre sigue arreciando a través de la aparente sutileza.



Pienso en textos de Charles Bukowski, ese maldito de la literatura cercano a nuestra época que criticó al sistema y que trazó líneas llenas de ternura en medio de la locura y la transgresión



Pienso en E.T.A. Hoffman con su "Hombre de arena", en la maldad del Dr. Frankenstein y en la ternura de su monstruo, pienso en los versos proscritos de José Antonio Ramos Sucre, en la importancia de leer la locura, el crimen y la muerte, para aceptar que lo humano sigue aun en proceso de humanizarse.



Pienso que gracias a los horrores es que valoramos la paz y la vida, y que esta razón basta para que nos acerquemos, con la debida responsabilidad, al horror.




Leonardo Bustamante
ljbr111280@gmail.com

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